29/10/08

JOAQUÍN LÓPEZ CRUCES, UN AUTOR DE PODEROSA Y ORIGINAL TRAYECTORIA

Nacido en 1957 en Granada, el almeriense Joaquín López Cruces ha desarrollado una trayectoria alrededor de la viñeta, de poderosa impronta y original trayectoria.
Accedidó al amor a la viñeta desde una familia de gran relieve cultural, donde es tradición el acercamiento de sus miembros a diversos órdenes del saber: lenguas, economía, música, investigación… Fue su formación autodidacta, amamantado por las lecturas de todos las publicaciones con historietas que han ido marcando hitos en nuestro mercado: La Codorniz, el Pulgarcito, el DDT y el Tío Vivo… y todo el enorme bagaje brugueriano; los tebeos renovadores de finales de los 60 y principios de los 70: Gaceta Junior, Strong, Tintín, Bravo y Gran Pulgarcito –aquellas dos joyas lanzadas y no defendidas por Bruguera-, sus herederas el semanario Mortadelo y los mensuales Super Pulgarcito y Super Mortadelo, o la añorada Trinca…
En su afición al dibujo influye su padre, y su hermano mayor Antonio José, que hizo una trayectoria, muy memorable, y a rescatar como humorista gráfico, sobre todo en las páginas de la edición almeriense del diario Ideal, allá por finales de los años 70 y los primeros 80, aunque el influjo definitivo en mi vocación al dibujo fueron los episodios de Disneylandia en la tele. En sus genes literarios, su padre Antonio López Ruiz, catedrático de Francés de la Escuela de Comercio, persona de amplísima cultura, y destacado especialista en el controvertido Francisco de Quevedo.
Sus primeras publicaciones se desarrollan en los primeros años 80, aunque antes nos consta algún envío a los correos de tantas de las revistas y tebeos suscitados… Colabora con el primer movimiento fanzineril en Almería. En el 7º Vicio, de los Hermanos Mendoza, allá por 1982, con sabor musical, y producto de la movida madrileña, en sus miles de ramificaciones.
Y con su amiga Mª. Isabel Santisteban pergeña una serie de historietas cortas y alguna de ambientación local, y sólo hicimos una historieta de ambientación local, ´El día que murió George Harrison` (que se expuso en la expo de Rock, Cómic y otros rollos de Radio 3), mientras concluye su carrera como licenciado en Filología Inglesa. Es el precedente de lo que serían las historietas del álbum ´Sol Poniente` (Ed. Cajal, abril de 1990).
Decide instalarse a Granada en el 83, tras diversos contactos laborales como diseñador free-lance en Almería. Y aporta su grano de arena al tebeo del ayuntamiento de Granada, en los tres números de ´La Granada de papel`, hay viñetas, pequeñas historietas, delicias perdidas, que serán pronto recopiladas… Y al tiempo lo hace con algunas historietas cortas en el tebeo del ayuntamiento de Madrid, el Madriz, era el proceloso año 84.
Un momento, el de 1984, en que la decisión y el ánimo le hacen lanzarse y desde ese momento sus nuevas páginas van siendo publicadas por la II Época del memorable magazine de nuevas tendencias en la entonces emergente historieta española, Cairo, coordinada por Antoni Guiral. En el nº 31 (abril de 1985), aparece ´La chica de la motocicleta`, un corto relato de 3 páginas, a la que seguirá en el nº 33 ´Orfeo`, una mini historieta de 2 páginas, inicio de su colaboración con Mª. I. Santisteban (Santi), para dar paso en el número 38 al primer relato de un conjunto: ´La aventura`, que será el segundo recopilado en ´Sol Poniente`, álbum que se iniciará finalmente con, ´El rubí de Abú Talib-Kalim`, que aparecerá en el nº 46 de la famosa cabecera, casi un año más tarde, en septiembre de 1986, para dar paso al resto de las otras tres historietas que formaron el tomo que le valiese en 1991 el Premio al Autor Revelación del Salón Internacional del Cómic de Almería, algo justo, y que nos llenó de orgullo a todos los que nos consideramos sus amigos y admiradores.

A finales de los 80 se decide por ser diseñador e ilustrador free-lance, con otro grupo de compañeros de Granada: Rubén Garrido, Paco Quirosa… e ilustran algunos libros escolares para Editorial Andalucía, guías, apartando esta episódica colaboración de estudio, ante la propuesta de Editorial Santillana para que se dedique a ilustrar sus libros de texto, de aquella época.

En un momento de nuevo segundo boom del tebeo en España, en los primeroa años 90, Joaquín se anima de nuevo y crea aquellas inolvidables ´ Mantas de Ramonet` que le cediera su hermano Antonio José, y que sirviera una década después (1995), como encabezado de una de las recopilaciones que le dieron nueva, y más justa, proyección nacional, para Malasombra justo en el momento en que se publica, y no encabeza ni aparece luego en ninguna recopilación. Es algo aislado, pero le pone en circulación de nuevo en los años 90, dentro del limitado mundillo del cómic autóctono.

López Cruces se labra justa fama de metódico, elegante y sensible observador, con sus aportaciones a la maquetación de libros –recordamos su creación de la Colección Alfaix en el IEA-, sus carteles, como aquel de las Jornadas de Estudios sobre la Guerra Civil, o el realizado para el Colegio de Arquitectos… Alguna aportación a la prensa local: El Caimán, la publicidad, las revistas oficiales… Volvió en el 95 a Almería, donde vivió un par de años, luego se trasladó a Madrid, pero a los dos o tres meses le ofrecieron trabajo en la empresa Manigua, lo que supone su radicación laboral definitiva en la ciudad de los Cármenes. Aunque en el autor se escapa un inveterado y amplio espíritu viajero, del que es muestra la obra que ahora presentamos.
En los últimos lustros nunca ha desfallecido en él el espíritu de la viñeta libre: ha participado en diversas publicaciones independientes: Idiota y Diminuto (2000), Dos Veces Breve (2004), Humo (2005)… O nuestra exitosa colectiva, ´50 Años con Trueno. Homenaje`, además siempre que puede nos acompaña en estas Jornadas, que son también las suyas, y producto de nuestro nutricio amor a la viñeta, paladeado tarde a tarde, y directamente heredado de nuestros mayores. Y como muestra de ello es este recién nacido ´Por el camino yo me entretengo`… en título camaroniano… y que ilustra mucho de sus últimas andanzas.
Porque en la pluma, en el lápiz, en el trazo de Joaquín, siempre hay frescura, verdad, limpidez y sentido natural de la vida, vista sobre el papel. Todo un placer para los lectores; un gran privilegio –además- para los amigos.

D. C.

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